Toxicomanias las llama Silvie Le Poulichet en su libro toxicomanías y psicoanálisis - las narcosis del deseo, comenzar desde allí se hace fundamental para abordar el tema que a continuación se va a transcribir. Hay que saber que ni desde el psicoanálisis, ni desde la psicología se ha abordado con detenimiento el tema desde su particularidad, el uno por uno. Más bien se ha dedicado, ahora menos que en el siglo pasado, a describir y a encasillar manifestaciones, y allí entra el campo de la psiquiatría a "estudiar" el fenómeno, o a dejar a sujetos embotados y sin palabra, es como presenciar a sonámbulos despojados de su subjetividad, porque ya está quien sabe lo que les pasa a ellos y allí hacen su entrada de gala los trastornos, los síndromes y los "no especificados". La operación es, con el fármaco silenciar el síntoma y se termina silenciando a un cuerpo, dejándolo casi muerto, entre el sueño y la vigilia, somnoliento, aletargado. Y se preguntará el clínico con un paciente como el antes descrito, ¿Qué hago? y la respuesta es, mire en el manual. Pero para la mente no hay manuales, uno de los vehículos fundamentales para descifrar lo que en lo latente del sufrimiento se esconde es la palabra y todas las manifestaciones del inconsciente.
La autora antes citada se dio a la tarea de desmenuzar e interrogar la clínica del psicoanálisis frente a la clínica de las toxicomanías, porque como ella y otros lo han escrito, Freud habló poco de las adicciones o las toxicomanías, por allá en el malestar en la cultura hay una referencia a los quita penas como los llama, esas sustancias tóxicas que sacan al sujeto de su realidad parcialmente y les sirve de suplemento, como diría Le Poulichet. Pero Freud, después Lacan y todo el psicoanálisis, sí conoce del nacimiento del sujeto como ser hablante, como ser insertado en el orden simbólico, y por ende ser en falta.
Freud en su correspondencia con Fliess habla de la masturbación cuando le escribía en 1897:
He llegado a creer, dice Freud, que la masturbación era la única gran costumbre, la necesidad primitiva, y que los demás apetitos, como la necesidad de alcohol, de morfina, de tabaco, no son más que sus sustitutos, productor de reemplazo. Vera, O (1988) P. 102.
La masturbación aparece comparada con las toxicomanías por un nexo estructurante, una etapa del desarrollo psíquico del niño, y consecuentemente puesta en paralelo para decir algo frente al consumo de tóxicos. Aquí Freud no está generalizando, sino describiendo lo que aparece en su clínica. Fueron estos los pocos momentos donde habló de las toxicomanías. La masturbación aparece porque hay ausencia de objeto, el niño, el hombre, ha perdido algo, que no sabe si volverá y de ahí es que surge el suplemento, algo que viene a completar, una falta.
Empero la trama apenas comenzaba en esos tiempos de correspondencia, ahora ya se ha complementado lo dicho y se han teorizado muchas otras cosas que tienen que ver con el tema.
Aquí se dirá en principio que la claridad existente radica en la ausencia de estructura psíquica definitiva, no se han fijado las toxicomanías a la neurosis únicamente por ejemplo, ellas tienen presencia en los psicóticos y en los perversos, por igual. No es una estructura toxicómana de la que se trate, sino, hay en la estructura una toxicomanía o toxicomanías enredada, entramada y fijada.
Ahora se hace necesario leer a Le Poulichet y su pequeño fragmento donde habla de toxicomanías y psicosis:
"No conocer la "ausencia" y encontrarse exiliado del deseo: ¿no es este un abismo en el que se han precipitado los sujetos psicóticos? Precisamente, las toxicomanías de la suplencia son formaciones que pueden prestar algo del cuerpo a ciertos sujetos psicóticos.3
Así, una joven psicótica, heroinómana, me decía que ella no era más que "una pequeña cosa desgarrada", y que sufría mucho cuando la heroína no recorría sus venas para devolverle consistencia. Trapo o desecho inerte que vivía a la sombra de su madre, ella sólo podía salir parcialmente de ese abrazo mortífero si iba afuera, a "la lucha", a jugar su supervivencia y buscar "el polvo" para detener "la pudrición" de su cuerpo.
Detengámonos un momento en esta cuestión del nexo entre toxicomanía y psicosis. Cuando un ser se encuentra verdaderamente en posición de encarnar el objeto del goce del Otro, y ningún significante le permite desprenderse de ese abrazo con La Madre, este "tratamiento de la máquina" realizado por la operación del Farmakon se presenta evidentemente como una tentativa última de mantenerse fuera del mundo. Se trata de una tentativa, irrisoria pero real, de producir un nuevo cuerpo, en la medida misma en que "un cuerpo" no se ha elaborado. El individuo no dispone e las coordenadas imaginarias y simbólicas que habrían permitido que eso hiciera cuerpo.
La operación del Farmakon intenta entonces organizar un circuito cerrado quede algún modo pretendía "tapar" los orificios para la invasión de un Otro no castrado. Pensemos en L. Wolfson: con las voces que vienen de fuera, su madre le entra por las orejas; gracias a estrategias delirantes, él lucha contra la invasión por ese Otro materno que hace de su cuerpo un simple tubo. 4 Ninguna zona erógena se puede cerrar sobre un "borde"; su cuerpo esta abierto al goce del Otro: el Otro materno lo atraviesa por la boca, por las orejas, por el ano... Sus órganos están al servicio del goce del Otro.
La clínica muestra que ciertas toxicomanías organizan un "repliegue" cuasi autista, como para resistir la invasión de un flujo de tipo materno, en el intento de crear un "borde" donde se cierre algo del cuerpo. En esas condiciones, la suspensión de la droga se suele acompañar de un recrudecimiento del delirio.
Un montaje muy diferente se concreta cuando la figura de la intoxicación es integrada a una construcción delirante , puesto que no soporta ninguna tentativa de constitución de un borde. Así, encuentro pacientes psicóticos que, a mi parecer, en modo alguno son toxicómanos, sino que, por ejemplo, consumen ocasionalmente hachís. El "influjo maléfico" de esta "intoxicación" es puesto en primer plano en el discurso, a la vez por la familia y por el paciente, en el seno de una teoría delirante. Desde el punto de vista del paciente, "la intoxicación" presenta una analogía con los "rayos divinos" cuyos efectos creía sufrir Schreber. el consumo de droga se impone en ciertos momentos como para obedecer a una orden divina, cual un imperativo del goce del Otro que procurará transformar el cuerpo o convertirlo en un objeto "mancillado".
No obstante, como lo anunciaron ya mis enunciados sobre las formaciones narcisistas, las coyunturas no me parecen tan definidas. Un desfallecimiento del Otro no implica una psicosis. Y encuentro muchos toxicómanos que a, a pesar de actualizar una verdadera suplencia narcisista (cuya noción me propongo precisar), no por ello son psicóticos."
Se Adjunta este video: http://www.youtube.com/watch?v=_zxdzGybjFI
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3. Es de una manera enteramente diversa como las drogas alucinógenas, sobre todo cuando se las toma en la adolescencia, pueden concurrir a abrir una falla en sujetos psicóticos y precipitar un "brote delirante" No es forzoso que de ello siga una toxicomanía. V. Magnan y G, -G de Clérambeault ya habían estudiado esas manifestaciones.
4. Vease L. Wolfson, Le schizo et les langues, París: Gallimard, 1970.
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Referencias:
- Vera, O (1988) DROGA, PSICOANÁLISIS Y TOXICOMANÍA - Las huellas de un encuentro. Ed: Paidós, Buenos Aires, Argentina. P. 102.
- Le Poulichet (2012) TOXICOMANÍAS Y PSICOANÁLISIS - Las narcosis del deseo. Ed: Amorrortu Editores, Buenos Aires, Argentina. P. 125-126.