Este blog se escribe desde la subjetividad más que desde una posición objetiva, acá podrá encontrar artículos de diversa índole hechos a partir de la cotidianidad, del trabajo de un psicólogo clínico y psicoanalista, en carteles psicoanalíticos, lecturas realizadas, de contenidos de la Maestría en Culturas y Drogas de la Universidad de Caldas (Manizales, Colombia), de Docencia Universitaria para avanzar en la crítica del mundo contemporáneo.
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miércoles, 8 de mayo de 2013
85 - Elogio de la masturbación* parte 1
"A la claridad del acto de la masturbación se opone la complejidad de las palabras para expresarlo"
Jaques Duché
"Hay palabras que no aspiran a la poesía. Ese gesto que tan refinadamente se ha llamado "placer solitario", esa actividad a la que tan delicadamente nos referimos como "pelársela" o "hacerse una paja", ha pasado a la posteridad con el feo nombre de masturbación. ¿Por qué entre tantas expresiones tan gráficas, extravagantes y pícaras, ha atravezado los siglos con ese vocablo tan poco poético? ¿Hay que ver en ello la advertencia de que con eso no se bromea? ¿Hay que adivinar, en esta poco elegante apelación, la señal del desprecio en el que se encerró durante largos siglos a la pobre masturbación?
La palabra tiene, sin embargo, la ventaja de ser clara, aunque sobre su etimología se enfrentan tres escuelas irreductibles. Para algunos el término viene del latín manus, que significa mano, y de stupare (ensuciar). Para otros, vendría más bien del latín mas (órgano genital masculino) y de turbatio (excitación). Los que apoyan el realismo afirman que significa simplemente "agitar con la mano" (de manus y turbere). Sea como fuere, el verbo aparece por primera vez en 1580 bajo la pluma de Montaigne, y la excelente Enciclopedia de de Diderot dedica, dos siglos más tarde, un extenso artículo, más bien liberal, a eso que denomina, esta vez, la manustupración.
La historia de la masturbación "esa horrible plaga que causa estragos", según expresión de monseñor Dupanloup, comienza con un herror del lenguaje: equivocadamente los intelectuales utilizan el término onanismo para designar elegantemente la masturbación. Onán no es, como hemos visto, el inventor de la masturbación sino del coitus interruptus que es, como sabemos, una de las formas más antiguas de contracepción (vease el arte del coito). En cuanto a la auténtica masturbación, podemos suponer legítimamente que su rastro se pierde, como se suele decir, en la noche de los tiempos. La mitología presupone que Hermes le dió la receta a Pan, enamorado sin esperanza de su inaccesible eco. Y Pan manifiestamente convencido por el sustituto, la enseñó a los pastores. Se dice también que Diógenes de quien nos preguntamos por qué buscaba desesperadamente a un hombre, se marturbaba en público y a pleno día. Las narraciones de la época constatan, apenas contrarias, que practicaba la masturbación riéndose, "cantando con su mano el himno nupcial", y alababa incansablemente ese gesto, que utilizado a tiempo, afirmaba, hubiera evitado la guerra de Troya "puesto que sólo depende de nosotros y no necesitamos a nadie para rascarnos la entrepierna". Este razonamiento no es muy delicado para la bella Helena, pero es más digno que ese cínico que respondió tranquilamente, cuando fue sorprendido en flagrante delito de masturbación: "Ruego al cielo que pudiera, frotándome el vientre, satisfacer mi hambre tan fácilmente".
La masturbación es, aparentemente, como todas las prácticas sexuales, tan antigua como la humanidad, y es también, de entre todas las actividades humanas, una de las más despreciadas, aunque también una de las más inofensivas. Esta mala reputación es el leitmovit de la historia del sexo en la era judeocristiana e incluso antes. Es cierto que encontramos, en algunos libros eróticos, alusiones e incluso introducciones precisas para una masturbación eficaz, pero las florituras no se mencionan nunca con la minuciosidad con que lo hacen los que se refieren al beso, las caricias y otras fantasías amorosas. Peor aún, la masturbación ha desatado a menudo las iras del cuerpo médicoy, es más, las de los eclesiásticos, a excepción de la masturbación mutua, que prefieren con razón llamar "caricias y preliminares" y que son lo mejor de la literatura erótica.
Cuando en 1951 Kinsey cifra en "un 92 por ciento al menos" el porcentaje de hombres americanos que han llegado al orgasmo por este medio, la masturbación se convierte, en el mejor de los casos, en un tema divertido y, en el peor, vergonzoso. Los juegos de manos son, según Kinsey, la más común de las prácticas (siendo un acto solitario, no utilizaremos la palabra relación) y se consideran aún como una costumbre vergonzosa que vuelve tonto y/o sordo al que la practica. Las estadísticas del doctor Kinsey; seguidas de otros trabajos, permitieron a la muy universal Enciclopedia Británica anotar que "las críticascontra la masturbación van en descenso, y muchos investigadores en ciencias del comportamiento sexual admiran sus cualidades, su naturaleza agradable, sedativa e hipotensa".
Este cambio de tendencia no engaña a Wilhelm Reich, incansable intérprete trotskista del sexo, que encuentra sospechosas las alabanzas que llueven súbitamente sobre la masturbación: ¿no será que la masturbación tiene como principal virtud la de evitar, para satisfacción de los padres, las relaciones amorosas de los jóvenes? De ahí a hacer de ella el guardián amoroso de la moral burguesa, cultivador de la virginidad, no hay más que un paso. "La masturbación es mejor que la continencia -decía Reich en 1930-. Pero a la larga es insatisfactoria y desagradable, porque la ausencia del objeto del amor se convierte rápidamente en algo doloroso".
Pero esto no importa. Cuando Kinsey y sus discípulos empiezan a hablar simplemente de ello, nos libramos de una buena. En la larga historia de la masturbación se encuentran a duras penas unos pocos defensores, un manto de silencio incómodo, un puñado de indiferentes y una lista interminable de censuradores dirigidos por la iglesia y la ciencia, luchando en nombre de la moral y la salud.
Sin embargo las cosas empezaron bien. En el antiguo Egipto se celebraba la masturbación que permitió al dios Sol concebir a la pareja original. Y si admitimos que Onán no era un masturbador sino un contraceptor, el Antiguo Testamento no hace, por su parte, ninguna alusión a la masturbación, que no forma parte de los pecados de Israel. Lo que no impedirá, más tarde, a los judios religiosos perseguir con sus represalias esta "improductiva eyaculación".
Los griegos, si bien no manifestaban el entusiasmo de Diógenes, la veían, con su famoso sentido de la moderación como una especie de válvula de seguridad, tanto para los hombres como para las mujeres. La palabra "olisbos", que designaba al predecesor del vibrador, era innegablemente de origen griego. Se asegura que el objeto fue inventado por los lesbios y sobre todo por las lesbianas que vivían en la isla de Lesbos. Las atenienses , desatendidas por sus esposos que se ocupaban de hetarias y prostitutas, se pasaban las señas de los fabricantes de reproducciones, de madera más o menos noble, de óganos masculinos. Un poco más tarde, los frescos eróticos de Pompeya muestran a los romanos perfectamente curtidos en el arte de la masturbación solitaria (un poco) y recíproca (sobre todo) y sin ningún miedo a las acrobacias. El manual de erotología clásica de Forberg nos enseña que la masturbación se hace, para los romanos como para todos, con la propia mano (preferiblemente la izquierda) o con la mano de otro o de otra. Nos recuerda que Príamo eyaculó de esa manera y cita algunos versos del semidiós:
Eso que veis húmedo en este órgano
Por el cual certifico ser Priamo
No creáis que sea llovizna o rocío
Es de él mismo que se alivia
Con el recuerdo de una complaciente doncella.
Esta indulgencia divina es menos extraña de que parece. El imperio romano en su apogeo se admira por el falo en erección. Por cierto, no se le llama falo sino fascinus término con connotación admirativa que designa al órgano en erección y se opone al flácido y patético mentula. El fascinus se convierte incluso en el amuleto y estandarte de Roma. "Mi pene es más preciado que mi vida", profiere un lema romano. Un generalse fue a la guerra con un gigantesco falo de oro esculpido en su carro. Príapo, cuyo fascinus es gigantesco, es un dios muy popular. ¿Por qué entonces, en un contexto tan condescendiente, sería indigno tocar un órgano tan noble?
"Créeme, este órgano no se dirige como se dirigiría un dedo", instruye el poeta Marcial a un amigo que como todo buen romano, se carcome por el terror a la impotencia. Pero el mismo poeta piensa que no se está nunca mejor servido que por uno mismo y reprocha a su mujer no ser bastante habilidosa:
No eres digna de ayudarme en la tarea ni con una palabra ni con tus dedos
Parece que estés preparando incienso y vino.
Para los antiguos, la masturbación a dos es uno de los mejores momentos del amor. "Nadaes mejor que la caricia de una mujer experta en el arte de tocar suavemente los testículos y acariciar delicadamente el trasero" dice un poema latino."
Transcripción de: Carlos Enrique Correa Lagos - Psicólogo
Fuente: Fuente: Bantman, B. BREVE HISTORIA DEL SEXO, Editorial: Paidós, Barcelona, España. P. 79-84.
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