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viernes, 5 de agosto de 2011

61 - Los celos, la "infidelidad" y el encuentro con tendencias sexuales inconscientes ambivalentes IV

Esto abre las puertas para un futuro tema y es el de la sexualidad femenina, y mis posibles desarrollos frente a él. Lo que quiero mostrar aquí es la posible hipótesis si se puede llamar así, aunque la palabra es incómoda, de la relación mujer-madre y su posible relación con la identificación sexual, de ser mujer, no un poquito hombre y no mujer toda. Esto anterior tiene relación con el complejo de Edipo en la niña, su no superación y el amor hacia el primer objeto que en el mismo caso del niño es la madre.
Lo que acabo de decir es un poco polémico al pensar el complejo de Edipo en la niña, pero lo trabajaré en otra oportunidad. Solamente quería pensar el sentido posible y apresurado, de la actual “liberación homosexual femenina”.

Los celos del segundo grado, o celos proyectados, nacen, tanto en el hombre como en la mujer, de las propias infidelidades del sujeto o del impulso a cometerlas; relegado, por la represión, a lo inconsciente. Sabido es que la fidelidad, sobre todo la exigida en el matrimonio, lucha siempre con incesantes tentaciones. Precisamente aquellos que niegan experimentar tales tentaciones sienten tan enérgicamente su presión que suelen acudir a un mecanismo inconsciente para aliviarla, y alcanzan tal alivio e incluso una absolución completa por parte de su conciencia moral, proyectando sus propios impulsos a la infidelidad sobre la persona a quien deben guardarla. (9)

En esta clase de celos aparece la proyección como mecanismo de defensa del Yo, Freud lo dice, de las propias infidelidades del sujeto o impulso a cometerlas siendo el destino de ese impulso el desalojo a lo inconsciente. Aquí sería lícito pensar en lo que es de orden imaginario y lo que es de orden simbólico ya que no siempre que un sujeto se ve impulsado o el deseo juega un papel en la infidelidad, este es desalojado, pues en ocasiones puede cometer el acto, a eso se refiere Freud cuando habla de sus propias infidelidades - las del sujeto - , el impulso queda o no en el inconsciente luchando con tentaciones que lo invitan al goce no actuado o actuado (simbólica o imaginariamente), el sujeto proyecta esta “infidelidad” o los celos al otro – pareja, culpándolo (a) de su propio deseo. En este segundo grado los celos se ponen afuera y se manifiestan en reproches y reclamos por su falta de lealtad.

Las costumbres sociales han tenido en cuenta prudentemente estos hechos y han dado cierto margen al deseo de gustar de la mujer casada y al deseo de conquistar del hombre casado, esperando derivar así fácilmente la indudable inclinación a la infidelidad y hacerla inofensiva. Determinan que ambas partes deben tolerarse mutuamente esos pequeños avances hacia la infidelidad y consiguen, por lo general, que el deseo encendido por un objeto ajeno sea satisfecho en el objeto propio, lo que equivale a un cierto retorno a la fidelidad. Pero el celoso se niega a reconocer esta tolerancia convencional. No cree que sea posible una detención o un retorno en el camino de la infidelidad ni que el flirt (coqueteo) constituye un seguro contra la verdadera infidelidad. En el tratamiento de tales sujetos celosos ha de evitarse discutirles el material en el que se apoyan, y sólo puede intentarse modificar su interpretación del mismo. (10)

Los momentos en el tiempo han cambiado en el siglo XXI se podría considerar que existen despojos del mandamiento de la ley de Dios “El noveno, no consentirás pensamientos ni deseos impuros” (11) hacia la mujer de tu prójimo, y digo despojos o residuos porque actualmente nos percatamos que sería una pretensión grande creer que esto es cierto del todo. La dinámica del deseo es la de la pulsión, no satisfacerse. Entonces esta vuelta del deseo a la resignación con el objeto que se tiene, tiembla para asegurar la fidelidad.

Por último Freud habla de los celos del tercer grado, los celos delirantes que se presentan en la paranoia:

Los celos surgidos por tal proyección tienen, desde luego, un carácter casi delirante –lo habla Freud refiriéndose a los proyectivos-; pero no resisten a la labor analítica, que descubre las fantasías inconscientes subyacentes, cuyo contenido es la propia infidelidad. Mucho menos favorable resulta el caso de los celos del tercer grado o propiamente delirantes. También éstos nacen de tendencias infieles reprimidas; pero los objetos de las fantasías son de carácter homosexual. Los celos delirantes corresponden a una homosexualidad y ocupan con pleno derecho un lugar entre las formas clásicas de la paranoia. Como tentativa de defensa contra un poderoso impulso homosexual podrían ser descritos (en el hombre) por medio de la siguiente fórmula: No soy yo quien le ama, es ella. (12)


Freud deja el tema para trabajarlo en su número dos del texto con el mismo nombre, y en esta ocasión también lo dejaremos de lado ya que pertenecen a una estructura diferente de la neurótica y todo el asunto de la “infidelidad” del orden imaginario juega un papel harto diferente.

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(9) Freud, (1921 – 1922), Sobre Algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad, obras completas versión electrónica.
(10) Freud, (1921 – 1922), Sobre Algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad, obras completas versión electrónica.
(11) Sacado de: http://webcatolicodejavier.org/mandamientos.html
(12) Freud, (1921 – 1922), Sobre Algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad, obras completas versión electrónica.
Escrito por: Carlos Enrique Correa Lagos en el cartel psicoanalítico de La Familia Contemporánea, Viernes 5 de agosto del 2011

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