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sábado, 14 de diciembre de 2013

98 - LA CABEZA DE MEDUSA

 
En 1922 Sigmund Freud escribe este corto texto de importancia tanto teórica y práctica en el dispositivo clínico, después su alumno Sandor Ferenczi en 1967 hace un comentario que no dista mucho de lo dicho por Freud. A continuación se transcriben los dos.
 
CXXIII
LA CABEZA DE MEDUSA
1922 [1940] (*)
 
               NO intenté a menudo interpretar temas mitológicos individuales; pero el caso de la horripilante cabeza decapitada de la Medusa me inclina a hacerlo.
               Decapitar = castrar. El terror a la Medusa es, pues, un terror a la castración relacionado con la vista de algo. Numerosos análisis nos han familiarizado con las circunstancias en las cuales esto ocurre: cuando el varón, que hasta entonces se resistió a creer en la amenaza de la castración, ve los genitales femeninos, probablemente los de una persona adulta, rodeados de pelos esencialmente, los de la madre.
               En las obras de arte suele representarse el cabello de la cabeza de la Medusa en forma de serpientes, las cuales derivan a su vez del complejo de castración. Es notable que, a pesar de ser horribles en sí mismas, estas serpientes contribuyan realmente a mitigar el horror, pues sustituyen el pene, cuya ausencia es precisamente la causa de ese horror. He aquí, confirmada, la regla técnica según la cual la multiplicación de los símbolos fálicos significa la castración.
               La visión de la cabeza de la Medusa paraliza de terror a quien la contempla lo petrifica. ¡Una vez más el mismo origen del complejo de castración y la misma transformación del afecto! Quedar rígido significa, efectivamente, la erección, es decir, en la situación de origen ofrece un consuelo al espectador: todavía posee un pene, y el ponerse rígido viene a confirmárselo.
               Athenea, la diosa virgen, lleva este símbolo del horror sobre sus vestiduras; con toda razón, pues se convierte así en la mujer inabordable que repele todo deseo sexual, ya que ostenta los genitales terroríficos de la madre. Los griegos, fuertemente homosexuales en general, no podían pasarse sin la representación de la mujer repelente por su castración.
               Si la cabeza de la Medusa sustituye la representación de los genitales femeninos, o si más bien aísla su efecto terrorífico de su acción placentera, cabe recordar que ya conocemos en otros casos la ostentación de los genitales como un acto apotropeico. Lo que despierta horror en uno mismo también ha de producir idéntico efecto sobre el enemigo al que queremos rechazar. Todavía en Rabelais podemos leer cómo el Diablo emprende la fuga cuando la mujer le muestra su vulva.
               También el miembro viril erecto tiene acción apotropeica, pero merced a otro mecanismo. Mostrar el pene -o cualquiera de sus sucedáneos- significa decir: «No te temo, te desafío; tengo un pene.» He aquí, pues, otra manera de intimidar al espíritu maligno.
               Para poder sustentar seriamente esta interpretación sería necesario investigar el origen de este símbolo terrorífico, tan aislado en la mitología de los griegos, así como sus símiles en otras mitologías.
 
«Sigmund Freud: Obras Completas», en «Freud total» 1.0 (versión electrónica)
Sigue entonces su alumno:

"LXVI SOBRE EL SIMBOLISMO DE LA CABEZA DE MEDUSA1

     En el análisis de los sueños y fantasías, me he encontrado repetidamente con la circunstancia de que la cabeza de la Medusa es el símbolo terrible de la región genital femenina, cuyos detalles se desplazan "de abajo arriba". Las muchas serpientes que rodean la cabeza deben significar -en su representación por lo opuesto- la ausencia de pene, y el espectro mismo es la terrorífica impresión causada en el niño por los genitales sin pene (castración). Los espantables ojos de la cabeza de la Medusa tienen también el significado secundario la erección."

Aquí el video de history channel sobre medusa: http://www.youtube.com/watch?v=uvPD-SkD_uQ

Referencia: *Ferenczi, S (1967) TEORÍA Y TÉCNICA DEL PSICOANÁLISIS. Ed: Paidós, Buenos Aires, Argentina. P. 296.
1. Zeitschrift, 1923, tomo IX, P. 69.

Carlos Enrique Correa Lagos - psicólogo.

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