4 de Noviembre del 2016
PREÁMBULO AL ACTA DE FUNDACIÓN
Y CARTA DE DISOLUCIÓN
La
relación con la enseñanza del psicoanálisis y su verdadera autenticidad nunca
ha sido un asunto fácil de reconocer, desde sus orígenes con los que Freud tuvo
tantos inconvenientes para establecer su verdad, hasta la trama de vivencias
que le tocó enfrentar a Lacan con su EFP.
Además
de contar con los obstáculos que se atraviesan a la transmisión del
psicoanálisis y la formación de analistas siempre se han presentado
paralelamente una serie de tropiezos con las áreas que conforman lo PSI
(psiquiatría y psicología) esta última con un acento muy pronunciado por los
ingleses (Winnicot, Klein, Green, entre otros) que llevaron su mirada sobre el
Yo y la “practicidad” de tratarlo, asociada al capitalismo.
Aún
así se echa mano en Francia y en otras partes de una práctica mitigada por el
torrente de una psicoterapia asociada a las necesidades
de la higiene social, -es un hecho que ningún practicante deja de mostrar
su molestia o su aversión, incluso irrisión u horror, a medida que se ofrecen
ocasiones de sumergirse en el lugar abierto donde la práctica aquí denunciada asume forma imperialista: conformismo de la
mira, barbarismo de la doctrina, regresión acabada a un psicologismo puro y
simple, -todo ello mal compensado por la promoción de un clero fácil de
caricaturizar, pero que en su compunción (arrepentimiento) es cabalmente el
resto que da fe de la formación por la cual el psicoanálisis se disuelve en lo
que propaga. (Lacan, p. 7)
Esta
crítica de Lacan está dirigida a los psicoanalistas ingleses y a los estadunidenses
donde se tiene un mercado de lo rápido no tanto con el inconsciente, sino con
el yo para ahorrar camino y hacer al psicoanálisis práctico, todo ello no se
dirige sino al “afán de curar” realizando higiene social, pues es una demanda
surgida desde lo social, el otro media aquí con toda la fuerza para exigir que
se tengan resultados.
Es
aquí donde todos estos intentos caen en la simpleza y con ese mismo acto
desaparece el psicoanálisis y el inconsciente, de aquí que Lacan en su
preámbulo lo exprese diciendo que “en
nuestra época el psicoanálisis está en todos lados, más los psicoanalistas en
otra parte” (Lacan, p. 7)
Se
nota como Lacan no sólo realiza críticas y estructura el orden a lo que él
estableció como EFP, sino que habla de lo que pasa al exterior de la escuela
con el psicoanálisis, que además no ha dejado de suceder desde que Freud lo
creó, expresado en su división, tergiversación y fragmentación.
Por lo
anterior Lacan dice: “Al atenernos al malestar del psicoanálisis, la Escuela
entiende dar su campo no solamente a un trabajo de crítica: sino a la apertura
del fundamento de la experiencia, al enjuiciamiento del estilo de vida en que
desemboca”. (Lacan, p. 8)
Se
vuelve a resaltar entonces la crítica y el fundamento de la experiencia como
motivo por lo cual Lacan creó la EFP, para hacer testigo al otro analista de la
experiencia íntima con el inconsciente que se realiza en un psicoanálisis que:
“[…]
se distinguió primero […} por dar acceso a la noción de curación en su terreno,
a saber: devolver sus sentidos a los síntomas, dar lugar al deseo que ellos
enmascaran, rectificar de manera ejemplar la aprehensión de una relación
privilegiada” (Lacan, p. 8) Esto
es lo que realiza un psicoanálisis, que dista profundamente del intento de
mercantilizar al yo o al inconsciente, demandarlo desde el exterior y dictarle
la manera de operar.
Para
evitar que eso se presentara Lacan funda su EFP como un intento de dar orden al
discurso Freudiano donde siempre retorna.
CARTA DE DISOLUCIÓN
Acá se
nota un Lacan que se retira de su creación porque la misma se volvió
insostenible, la compara con la religión y dice “Sabemos lo que costó que Freud
permitiera que el grupo psicoanalítico pudiese más que el discurso y deviniese
iglesia” resaltando con ello la adhesión a una verdad general, la verdad que
surge del psicoanálisis. Pero al interior del discurso psicoanalítico no habita
ninguna verdad que pueda dar cuenta de todo, como en la religión ya que “la
estabilidad de la religión se debe a que el sentido es siempre religioso”
(Lacan, p. 10)
Se
hace evidente que Lacan no fue el Dios que sostuviera una verdad suprema para
amparar y mantener intacta su esperanza de ser psicoanalistas dentro de un
imperio, lo que da cuenta con su disolución es una desilusión de ver en lo que
se convirtió su creación.