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lunes, 24 de septiembre de 2018

132 - La Búsqueda del Placer Vinculaciones más allá del interior



La Búsqueda del Placer
Vinculaciones más allá del interior
Autores:
Andrés Echavarría Herrera ( aechavarria5@estudiantes.areandina.edu.co )
Daniela Granados Santacoloma ( dgranados5@estudiantes.areanina.edu.co )
                                                                                   El objeto del deseo es lo agradable” - Aristóteles
Introducción 

Hablar acerca del sentido sexual de nuestros actos es un ejercicio que requiere ahondar en el sentido de nuestros actos en sí, que además están determinados por el tiempo: pasado, presente o futuro, y tienen como objeto final a un fantasma objetizado que procura un placer parcial; es inmiscuirnos, a través de varios conceptos del psicoanálisis, en los diferentes motivos por los que un acto puede tener sentido. Si tenemos en cuenta el esquema básico en donde la pulsión generada en el inconsciente, atraviesa parcialmente la barrera de la represión y se exterioriza a través de una palabra, acto o símbolo, pero siempre como un acto sustitutivo del cual generaría placer total, empezamos a ver las primera nociones sobre el sentido de nuestra conducta.

Se hace importante entonces, una revisión de conceptos y características de nuestro funcionamiento psíquico. En primer lugar,  toda la energía excitatoria proviene del interior de cada uno de nosotros, estas pulsiones que representan cosas, una vez se han activado siguen produciendo energía ad infinitum, por lo tanto busca continuamente la descarga completa de dicha energía, algo meramente teórico que no puede ocurrir. En segundo lugar, la descarga total de energía es impedida por la barrera de la represión, que actúa como un filtro que transforma la pulsión original en una acción, palabra o símbolo compatible con la realidad (Placer total vs Realidad mediada). Sin embargo, el inconsciente logra manifestarse a través de actos o pensamientos que nos toman por sorpresa o que incluso sirven como medida “de compromiso”, como representante, para mediar la tensión entre la pulsión-represión. Justamente en este punto es donde se desenvuelven muchos actos con sentido sexual. Hay que recordar, por último, que en el psicoanálisis la sexualidad no se resume en la genitalidad, lo sexual es toda conducta que se origina en una región u órgano del cuerpo sensible y sexualmente excitable, llamada “zona erógena”, que pretende un placer ideal que es reprimido y sustituido. Este placer limitado se diferencia entre fisiológico, o de necesidad como el hambre; y un placer sexual, el deseo, polarizado en torno a una zona erógena y obtenido mediante un objeto fantasmizado.

Hay que considerar que todo movimiento de ocultación y revelación implica, aunque esto sea en un sentido metafórico, la distinción entre una dimensión interior y una dimensión exterior. Lo que se esconde se queda dentro, lo que se revela sale fuera. Para que el deseo pueda ocultarse o manifestarse, el sujeto debe ser pensado coma una entidad estructuralmente doble, articulada en una parte interior (el significado) y una parte exterior (el significante), o sea, hay dialéctica expresiva entre la interioridad y la exterioridad de la persona. (Pinto, 1999, p.63).
         
   Tres conceptos claves a la hora de analizar el sentido sexual de los actos son la sublimación, el fantasma, y el narcisismo, los cuales operan como una defensa del yo. El primero, cambia la meta sexual por una socialmente aceptada; el segundo, cambia el objeto por uno fantasmizado, mediante un proceso en donde el objeto real es asimilado y transformado en parte del yo; y por último, se da el estado del narcisismo “el yo es un objeto fantasmizado por su propia naturaleza ilusoria, y es un objeto sexual por el placer que suscita” (Naiso, 1996 p.72).

El sentido sexual de nuestros actos

Es lo tácito que “las interacciones de una familia como sistema pueden determinar una serie de factores personales, profesionales, sociales, de salud y demás en sus integrantes”(Gómez y Loving, 2011, p.318), pero además, las interacciones de cualquier índole están transversalizadas por el contexto sociocultural y un momento histórico, que define y delimita actitudes y roles para todos los aspectos de la vida de las personas en sociedad. La familia también se encarga de la enseñanza y educación, sienta la base para la socialización, de ahí reside su importancia en un adecuado crecimiento afectivo y de bienestar que permita la sana y responsable expresión de las diferentes conductas, incluida la sexual,  “sin embargo al no estar debidamente informados los adultos, las nuevas generaciones siguen creciendo con los viejos modelos religiosos culpígenos, mágicos e irreales en lo que respecta a la sexualidad” (Gómez y Loving, 2011, p.321). Teniendo en cuenta esto, si bien la sexualidad es un rasgo invariable, es decir, se presenta en todos nosotros desde un estado embrionario hasta la muerte, también es algo que se aprende, “El sexo realmente no se reprimía, se construía. Y el sexo se construía a través del discurso [...] por ejemplo, de la pastoral cristiana, cuyo propósito consistía en la prohibición, en el silencio absoluto para hablar de sexo” (Lombana, 2014, p.30).

Esta tradición cristiana contrasta en muchos aspectos con las diferentes expresiones sexuales y de género que se realizan en la actualidad, factor propiciado por la combinación del capitalismo, el postmodernismo y el auge de la tecnología. En primer lugar, en nuestra sociedad de consumo “nadie puede convertirse en sujeto sin antes convertirse en producto” (Bauman, 2007, p.25). Vemos una clara afinidad entre esta actitud y el objeto fantasmizado, que adopta un sin fin de formas para expresar las pulsiones sexuales, como se evidencia en nuestro tiempo actual, “la postmodernidad es la transcripción cultural, política y filosófica de un capitalismo sin fronteras” (Castro, 2011, p.11). Esta actitud se da en varios ámbitos como el afectivo, laboral o social en donde las personas deben presentarse como un producto deseable. De la misma forma, la colonización global por parte de las pantallas y la tecnología ha generado un gran influjo de información e imágenes reales o modificadas, formas de interactuar, conectividad y anonimato, que definen a través de la mass media, cánones físicos, resaltando así la relación entre producción y deseo y el hecho de que siempre hay alguien listo para consumir dicho ideal.

Desde el punto de vista de la espiritualización (o sublimación) de los impulsos, no hay ninguna diferencia entre el ascetismo medieval, que mortifica el cuerpo en todas sus funciones biológicas, y la estética contemporánea, que celebra el cuerpo exclusivamente como imagen (como cuerpo bello, si es una imagen fija, y como cuerpo musculoso y atlético, si es una imagen en movimiento). El aparente hedonismo de los mensajes dominantes encubre un ascetismo ferozmente represivo. (Pinto, 1999, p.70-71)
           
      Junto con la afloración de imágenes y personas que las ven, se produce una ampliación de la mirada, o de la pulsión escópica en términos de Wajcman, “ hoy no sólo todo puede ser visto, también es casi un imperativo que todo sea mostrado y quien prefiere no mostrar es considerado sospechoso” (Arias, 2016, p.11). El hecho de que todo sea igualmente mostrado y visto, ayuda a catalogar a nuestra sociedad actual, según el psicoanálisis, “como voyeurista y exhibicionista en tanto impulsa ilimitadamente las dos vertientes de la pulsión escópica: satisfacer la pulsión de mirar y la pulsión de hacerse mirar.” (Arias, 2016, p.12).

     Dos de los factores principales que propician  nuestra conducta sexual a través de la red, se encuentra en el anonimato, que protege al cuerpo posicionándolo fuera de la interacción, y la capacidad de modificar la imagen virtual para que esté de acuerdo con los cánones de belleza de nuestra cultura occidental. Esto, junto con la conectividad y el mostrarse como objeto de deseo, juegan un importante papel en conductas tan modernas como es el sexting o la pornografía.
            
     Una encuesta realizada en Colombia muestra como “el 9.8% de los niños, niñas y adolescentes que han navegado en internet en los últimos doce meses han tenido conversaciones con contenido sexual con personas virtuales” (DANE - ECAS, 2017). 

En el sexting, el otro queda afuera del vínculo: frente a una pantalla de celular, sólo se trata del sujeto que se fotografía a sí mismo. El destinatario, quien recibe la foto, aparece como mera excusa en esta práctica: está en el lugar del objeto necesario -pero siempre contingente- para que el sujeto sea visto. Esto es así porque la satisfacción del sujeto que sextea reside exclusivamente en la acción de sacarse fotos y verse y ser visto en ellas. Es la pulsión escópica la que está en juego en estas nuevas prácticas: como Narcisos posmodernos, los sujetos se fascinan en la contemplación de su propio cuerpo y, a través del sexting, también dan cuenta de su deseo de ser mirados. (Arias, 2016, p.11)

En la pornografía, también se trata de una muestra, un espectáculo de la sexualidad, en donde se expone a personas no por su valor sino como objeto a ser consumido, dando una imagen irreal de las relaciones sexuales y las expectativas físicas de las personas, una imagen nociva que confunde y presiona a las nuevas generaciones.

El sujeto es conminado a mostrarse y tratarse a sí mismo como un producto a consumir, las relaciones afectivas se establecen con un modelo más cercano a la conexión que a la relación, la pornografía se expande como un discurso acerca de cómo debe ser el sexo y la mirada, ayudada por la multiplicación de pantallas y gadgets, se amplifica hasta producir la sensación de que sólo lo que es posible de ser visto es real.  (Arias, 2016, p.11)

En este contexto actual hedonista donde la búsqueda de la felicidad y la obtención del placer representa una máxima casi utópica, se evidencia la tensión entre la pulsión y la represión, algo que vemos reflejado en los movimientos actuales de la cultura tradicional y la contracultura.
La combinación de lo virtual y lo real de nuestra generación ha tenido un gran impacto por la ampliación de diferentes expresiones de la conducta.

Internet representa, para esta nueva generación digital, un territorio infinito, etéreo, virtual en donde se circunscriben varias prácticas alentadas por características como el anonimato y la rápida difusión. Los memes como lenguaje simbólico, por ejemplo, muestran un claro ejemplo de sublimación en nuestra cultura actual. Funciona como instrumento para conectar personas y ayudar en el proceso de autoreconocimiento, y difusión de representaciones colectivas asociadas con la sexualidad en diferentes situaciones sociales y culturales, moldeando nuestro “yo” a través de procesos de identificación y conexión con el otro virtual y real. 

Analizar las prácticas por las que los individuos se vieron llevados a prestarse atención a ellos mismos, a descubrirse, a reconocerse y a declararse como sujetos de deseo, haciendo jugar entre unos y otros una determinada relación que les permita descubrir en el deseo la verdad de su ser. (Foucault, 2005, p.9)

Estas condiciones producen “un sujeto histórico, a imagen y semejanza de la sociedad que lo instaura” (Arias, 2016, p.3), en  nuestro caso, nuestra tendencia idealizadora y generalizadora nos lleva por el camino del ideal “perfecto”, que genera inevitablemente una gran insatisfacción.

Conclusión

Si bien la vida se compone de incalculables pasos que a veces no sabemos a dónde dirigir, la sexualidad hace parte y es algo inherente al ser humano desde que nacemos hasta que morimos, la genitalidad aparece en el transcurso por el desarrollo del aparato sexual, pero la sexualidad desde que se nace hay una búsqueda de placer en todos los seres humanos, en dialéctica con la realidad, es decir una relaciòn que va más allá, no solo con el objeto amoroso con el cual se obtiene la satisfacción sexual, sino una relación de vinculación con el entorno, con cualquier cosa que nos rodea y a la cual amamos y nos amamos a la misma vez.

Queda claro que no es posible pensar en la constitución de la sexualidad sin antes tener un conocimiento claro de las relaciones que establecemos con el otro a lo largo de la historia de vida.  Igualmente Freud, desde sus primeras teorías, ubicó en un lugar central al inconsciente para entender la sexualidad, e indicó que para formar parte de una sociedad renunciamos en cierta medida a nuestros deseos sexuales mas íntimos;  y al irse estructurando el deseo sexual como uno de los aspectos más importantes de los problemas psíquicos, usualmente presentados en el individuo.
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Referencias

- Arias, V. (2016) Sexualidad y virtualidad: algunas coordenadas para pensar el fenómeno del sexting desde el psicoanálisis. Universidad del Cuyo, Mendoza, Argentina.
- Bauman, Z. (2007) Vida de consumo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
- Castro, E. (2011) Contra la postmodernidad. España: Alpha Decay.
- Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), (2017). Encuesta de Comportamiento y Factores de Riesgo en Niñas, Niños y Adolescentes Escolarizados - ECAS 2016 Recuperado de https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/educacion/poblacion-escolarizada/encuesta-de-actitudes-y-comportamientos-sobre-sexualidad 
- Foucault, M, (1984). Historia de la Sexualidad: El uso de los Placeres. Siglo XXI Editores. 
Lombana, D. (2014) Sexualidad y poder en la obra de Michel Foucault. Universidad de Cartagena, Cartagena, Colombia.
            - Nasio, J. (1996) El placer de leer a Freud. Argentina: Editorial Gedisa.
- Gómez, N., & Loving, R. (2011). Funcionamiento familiar, Locus de control y patrones de conducta sexual riesgosa en jóvenes universitarios. Enseñanza e Investigación en Psicología, 16 (2), 309-322.
- Pinto, R. (1999) Hermenéutica del deseo y generó sexual. Barcelona: Universidad de Barcelona.

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