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lunes, 13 de junio de 2011

60 - El sentido inconsciente del ladrón: Un paralelo con la “infidelidad”

Ladrón que roba.
Está aquí, allá y en mi pasado,
Me sigue cuando voy por la calle,
Siento que estoy asustado,
A la señal lo llamo con la mirada y cae.
Esta adelante, está atrás,
Con mi novia me ataca,
Al dormir aparece en mis sueños,
Está en mi mente y me roe como una rata.
Me tiene asustado intensamente,
Creo que estoy débil,
No creo que pueda hacerle frente,
Más no he hallado el nido donde se encuentre.

Carlos Enrique Correa L.
4 de junio de 2011


El sentido inconsciente del ladrón
Un paralelo con la “infidelidad”

Venimos trabajando el concepto de “infidelidad” como algo que no está tan claro, más bien es supuesto y entendido de manera propia, ya vimos la religión y la lengua española qué nos dicen sobre este tema, despejamos varias dudas que el mismo nos suscita y dejamos evidente el hecho de que es una falta de lealtad tras un acuerdo preestablecido que la fe católica lo estipula como el matrimonio, y la sociedad lo vive como el contacto sexual-afectivo por fuera de la pareja.
Ver la “infidelidad” o mejor la falta de lealtad por un acuerdo preestablecido implícita o explícitamente como un robo, sentido subjetivamente por el afectado, y que el ladrón se ve en la necesidad de consumar o mantener tal acto, es una ambición y un reto que me propondré a desarrollar en el siguiente trabajo, bajo el supuesto de que el “infiel” es un ladrón y su pareja, víctima de un robo sentido subjetivamente o mejor que le han quitado algo que le pertenece.
Del mismo modo, en el presente trabajo trataré la angustia en la pareja desde el psicoanálisis, del lado del ladrón, la veríamos como un vacío que demanda ser colmado, y para la víctima una angustia por la desestabilización a la que el hecho de la infidelidad conlleva.

Carlos Enrique Correa Lagos

59 - El sentido inconsciente del ladrón: Un paralelo con la “infidelidad”

Se hace necesario en este punto aclarar dos conceptos claves para comenzar, ya que en el caldo del lenguaje se confunden muchas sustancias que a veces se mal entienden o que de otro lado se tragan entero, estos conceptos son el de ladrón y el de víctima.

Ladrón, na.(Del lat. latro, -ōnis, bandido). 1. adj. Que hurta o roba. U. m. c. s. 2. m. Portillo que se hace en un río para sangrarlo, o en las acequias o presas de los molinos o aceñas, para robar el agua por aquel conducto. 3. m. Toma clandestina de electricidad. 4. m. Clavija que tiene salida para varias tomas de la corriente eléctrica.(1)

Con el anterior significado del ladrón nos percatamos que es el que quita algo, que hurta o roba teniendo en cuenta que hurto es "1. tr. Tomar o retener bienes ajenos contra la voluntad de su dueño, sin intimidación en las personas ni fuerza en las cosas.”(2), y robo o robar es “1. tr. Quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno. 2. tr. Tomar para sí lo ajeno, o hurtar de cualquier modo que sea. 3. tr. raptar (‖ sacar a una mujer con violencia o con engaño de la casa y potestad de sus padres o parientes).”(3)

Ese último significado, el de raptar llama la atención, ya que era lo que sucedía anteriormente con algunos abuelos, se escapaban de la casa , se unían en pareja para llevar una vida juntos regularmente contra la voluntad de sus padres que les buscaban pareja por conveniencia económica y social, pero bueno, ese no es el tema principal, no nos desviaremos.

Ya habiendo puesto de manifiesto el concepto de ladrón, pasaré a la víctima que es “3. f. Persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita.” (4). En este caso el daño se siente de dos formas, afecta subjetivamente al sujeto y en su exterior, bienes que compartían, hijos, entre muchas cosas más.

Walter riso los entiende de esta manera:

Cuando el que es víctima del engaño lo descubre, recorre toda la gama de emociones: depresión, resentimiento, ira, hostilidad, ansiedad, decepción, venganza, envidia, asombro, incredulidad, sorpresa, aislamiento, frustración, y una baja fulminante en la autoestima. Y cuando no se ha enterado la sospecha empieza a molestar: “Algo ocurre”, “Cada vez está más distante”, “Está llegando tarde”, “Me habla menos”, y así. Una frialdad sutil, lenta e implacable, se va apoderando de la relación hasta congelarla. La infidelidad, aunque no se ve, se siente. (5)

La víctima de la “infidelidad” tendrá todos estos sentimientos que expone Riso más La Angustia, tendré en cuenta entonces que esto no es una definición general para “todas las personas” que sean víctimas de la infidelidad, más bien lo pienso como algo que es posible se presente en cualquier relación imaginaria y simbólica como es la relación de pareja.

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- (1,2,3,4) Diccionario de la real academia española versión electrónica
- (5) Walter Riso, 2007, editorial Norma S.A, Colombia.


Carlos Enrique Correa Lagos

58 - El sentido inconsciente del ladrón - Un paralelo con la “infidelidad”.

Lacan en su seminario sobre la angustia nos dice, “La angustia, ¿qué es? Hemos descartado que sea una emoción. Para introducirla diré que es un afecto”. Entendiendo a Lacan, cuando dice que la angustia no es una emoción o sentimiento como las de Riso, sino un afecto, un afecto que no se liga, del que se sabe muy poco de su origen o como también lo expresa “lo que he dicho del afecto es que no está reprimido. Esto Freud lo dice igual que yo. Está desarrumado, va a la deriva. Lo encontramos desplazado, loco, invertido, metabolizado, pero no está reprimido. Lo que está reprimido son los significantes que lo amarran.”(6)

Al decirnos Lacan que la angustia es un afecto no reprimido el cual no tiene un significante que lo amarre, se está refiriendo a que como lo reitera en este mismo seminario la angustia se ubica en el vacío, en la falta. Bernard Nominé dice:

La angustia en tanto señal de alarma, advierte al sujeto que algo está aproximándose, que un peligro amenaza, ¿de qué se trata? No se trata del anuncio de una falta: algo va a faltar, sino de un exceso. Si volvemos a leer los primeros textos de Freud, vemos que la angustia señala una tensión interna que se acumula y que no encuentra salida alguna para fluir hacia afuera en la realización de una pulsión al servicio de un deseo. No cabe duda, para él, que se relaciona con la vida libidinal, pues surge cuando la vida libidinal tropieza. (7)

Es decir la angustia surge cuando algo falla, la vida libidinal, la cadena significante y el sujeto se ve frente a un vacío, una hiancia. Nominé sigue:

… la angustia no es sin objeto. El objeto de la angustia es un objeto raro y hay que buscarlo del lado del origen del deseo, de lo que lo causa, entonces podemos entender que la angustia señala el posible surgimiento de ese objeto muy peculiar… el objeto causa de deseo. (8)

Este objeto aparece en el lugar de la falta, es representado por el fantasma, del orden imaginario, y la falta es la que sostiene el deseo cuando el sujeto entra en la relación con el Otro, ese objeto que falta, esa pareja, esa persona, ese amante como significante es lo que sostiene el deseo, lo que moviliza la pulsión, lo que angustia cuando se encuentra en esta posición. De esta forma veríamos el deseo en los dos, en el infiel-ladrón y en su pareja-objeto del engaño.
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- (6) Lacan. J. Seminario La angustia, 1981, Editorial Paidós.
- (7,8) Nominé. B. La angustia y el síntoma, 2007, Editorial Universidad Pontificia bolivariana.

Carlos Enrique Correa L.

57 - El sentido inconsciente del ladrón < Un paralelo con la “infidelidad” >


Pasando por este momento al segundo por mirar, el victimario, o ladrón o infiel veremos lo que nos dice Riso:

Contrariamente a lo que manda el sentido común. Los responsables del adulterio también sufren. No hay felicidad completa. De un lado la culpa y el arrepentimiento, pánico a ser descubierto, tensión, indecisión y brotes de autocastigo. Del otro, goce mayúsculo, felicidad desbordante, atracción por lo clandestino y un enamoramiento que los transporta al más allá. Este “sube y baja” cotidiano entre el gusto y el disgusto, la alegría y la tristeza, los encuentros y las lejanías, los escapes y los regresos, más la presión que genera en apariencia un conflicto irresoluble, rápidamente va minando la estabilidad emocional del que engaña. (9)

Entre lo que Riso nos dice hay acuerdos y bastantes desacuerdos, ya lo he reiterado, habla con pocas bases teóricas, y tiende a generalizar bastante. Esta es la oportunidad para señalar una vez más, lo que he desarrollado hasta este momento es particular, con el uno por uno, la clínica, el estudio y la experiencia de análisis que tengo.

Ahora pasaré a desarrollar un texto muy pertinente para esta empresa, es de Donald Winnicott, se titula el impulso a robar, esto nos refiere al lado del ladrón infiel; pensaría que la acción que se juega en la infidelidad, los dos protagonistas podrían denominarse ladrones, la tercer persona por venir a raptar algo que es el motor de su deseo pasional y sexual, y el segundo, es más complejo porque se haría víctima de su propio robo, veamos esto, antes de entrar a Winnicott, vamos a llamar a los dos ladrones A, y B, y la víctima C. A, roba a C, y B goza de esa relación siendo amante infiel y gozando, ahora, hay que ver ese goce no como satisfacción plena, pues como lo sabemos por Lacan el goce es estar bien en el mal, y podemos referirnos a Riso cuando dice que hay un sentimiento doble, ese “sube y baja”, ese gusto y disgusto, la presión de ser descubierto, como un ladrón, la tensión

agregaría yo pensando en lo que dice Freud, un exceso de tensión, al final creería por el momento que hay A, B, C, siendo los dos de las puntas Ladrón y Víctima y el de la mitad la fusión de esos dos, con un goce parcial, no pleno, por el momento es eso lo que desarrollaré.

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(9) Walter Riso, 2007, editorial Norma S.A, Colombia.


Carlos Enrique Correa Lagos

56 - El sentido inconsciente del ladrón < Un paralelo con la “infidelidad” >

El ladrón no busca el objeto del que se apodera. Busca una persona. Busca a su propia madre, pero no lo sabe. Para el ladrón, la fuente de satisfacción no es, una estilográfica robada en una tienda, ni la bicicleta perteneciente al vecino, ni la manzana que crecía en el huerto. Un niño que está enfermo en esta forma es incapaz de disfrutar con la posesión de objetos robados. Sólo actúa una fantasía que corresponde a sus impulsos primitivos de amor, y lo máximo que puede hacer es disfrutar de la actuación y del ejercicio de una habilidad. (10)

Cuando Winnicott nos dice que el ladrón no busca el objeto del que se apodera sino una persona, y nos cuenta que es a la propia madre, me hace pensar en el hecho de que el ladrón no se colma con robarse unos billetes, una bicicleta, unos tenis, o un banco entero, en ese objeto robado no encuentra lo que está buscando porque de ser así, no tendría necesidad de seguir robando, con un solo robo bastaría. No crean que no estoy pensando en las condiciones sociales, la precariedad económica en la que viven muchos sujetos, pero eso simplemente no alcanzaría como justificación, porque si se percatan, los ladrones son unos pocos, no son todos los que la sociedad llama “pobres”, con todo lo que implica la palabra, son ladrones. Además también hay ladrones de la alta sociedad, “los de cuello blanco” del gobierno, es por eso que no sirve de justificación el “es porque usted tiene más que yo que lo robo”.

El niño que roba es un bebé que busca a la mamá, o a la persona a la que tiene derecho a robar; de hecho, busca a la persona de la que puede tomar cosas, tal como, cuando tenla 1 ó 2 años de edad, tomaba cosas de la madre simplemente porque era su madre, porque tenía derechos con respecto a ella. Hay otro punto; su propia madre es realmente suya, porque él la inventó. La idea de la madre surgió gradualmente de su propia capacidad de amar. (11)

Es realmente valioso este texto y lo que nos dice Winnicott sobre el tema del ladrón, pues nos remite a la más primera infancia, donde los niños no tienen un contacto con la sociedad relevante como para culparla a ella de haber formado al ladrón, sino que con todo lo que implica, nos lleva por un recorrido al pasado para ver lo que se presenta en la actualidad de cada sujeto, Winnicott dice,

“el niño que roba es un bebé que busca a la mamá, o a la persona que tiene derecho a robar…
busca a la persona de la que puede tomar cosas” Ibid. o sea, el ladrón se siente en el derecho de robar, porque siente que eso que roba le pertenece, aquí Winnicott lo habla desde el niño, y más adelante lo lleva a la vida del adulto para darnos cuenta que el ladrón roba porque cree que algo le pertenece.

En última instancia, al buscar las raíces del robar siempre se encuentra que el ladrón necesita reestablecer su relación con el mundo sobre la base de reencontrar a la persona que, debido a su devoción por él, lo comprende y está dispuesta a adaptarse activamente a sus necesidades; de hecho, a darle la ilusión de que el mundo contiene lo que él puede concebir y a permitirle ubicar lo que él concibe precisamente allí donde de hecho hay una persona devota en la realidad "compartida" externa (12)
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(10,11,12) Winnicott. D. El impulso a robar 1949. Versión electrónica.


Carlos Enrique Correa Lagos

55 - El sentido inconsciente del ladrón < Un paralelo con la “infidelidad” >

Es importante resaltar el punto donde Winnicott nos dice que en el ladrón siempre se encuentra la necesidad de reestablecer su relación con el mundo, sigue:
¿Qué aplicación práctica tiene todo esto? La cuestión es que el niño sano en cada uno de nosotros sólo gradualmente se torna capaz de percibir objetivamente a la madre a quien él creó en un principio. Este doloroso proceso es lo que llamamos desilusión, y no hay necesidad de desilusionar activamente a un niño pequeño; antes bien, cabe afirmar que la buena madre corriente evita la desilusión, y la permite sólo en tanto siente que el niño puede soportarla, y darle la bienvenida.(13)

Es decir, Winnicott atribuye a la formación del ladrón, también podemos verla en la del infiel, una desilusión frente a la temprana esperanza de sentir a la madre como una creación suya, esa desilusión en los sujetos que no son ladrones es aceptada y desplazada hacia un objeto de amor, es decir, a una pareja o al trabajo honesto, en el niño enfermo como lo llama Winnicott, esta desilusión no es aceptada y de manifiesta en el acto de robar.

De mil maneras distintas, los niños que han sufrido un acceso demasiado grande o súbito de la desilusión, quedan sometidos a una compulsión a hacer cosas sin saber por qué, a ensuciarse, a negarse a defecar en el momento adecuado, a destrozar las plantas del jardín, etcétera. (14)

Entonces se nos hace evidente el hecho de una desilusión, y no cualquier desilusión, una desilusión del orden del amor, una falta, un vacío.

Los sentimientos de venganza en la víctima no pueden pasarse por alto, y todo intento de asumir una actitud sentimental frente a los niños delincuentes trae aparejada su propio fracaso, al incrementar la tensión del antagonismo general hacia los criminales. (15)

Seguramente la víctima no se complacerá con el hecho de que al ladrón-infiel le falto amor de parte de su madre porque la creía suya, se desilusionó cuando se percató de que no era así y creció robando para encontrar lo que se le perdió, es cierto que puede ser una hipótesis, pero se puede hacer poco ante lo robado, también es justo pensar en el amor y su falta como estructurantes del ladrón.

El ladrón, que es un enfermo, se siente casi siempre desesperanzado con respecto al mundo y a la relación de éste con él. Cada tanto, sin embargo, siente una oleada de esperanza, que asume la forma de un intento por superar el proceso de desilusión; el yo del bebé, con sus recuerdos del consuelo hallado en la ilusión y en una subjetividad inexpugnable, surge entonces y durante un breve período habita en la persona del niño. Desde nuestro punto de vista, el resultado consiste en que esa persona, niño, adolescente o adulto, actúa como un poseso, como alguien poseído por un aspecto de su yo infantil, compelido a robar para establecer contacto con la sociedad. (16)

Con esto termina Winnicott su corto texto, para el presente trabajo muy importante ya que nos dio luz sobre la conformación del ladrón, la víctima y diría yo, la posible causa del robo.

or el momento dejaré este tema aquí con el objetivo de seguir en la ardua tarea de despejar el concepto de la infidelidad en la familia contemporánea.
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(13,14,15,16) Winnicott. D. El impulso a robar 1949. Versión electrónica.


Carlos Enrique Correa Lagos